Con 78 años de vida y cuatro décadas dedicadas al cuidado de caballos, Miguel Ángel Luna es un símbolo de humildad, esfuerzo y amor por su oficio. Desde 1973, ha sido parte fundamental del Hipódromo 27 de Abril, donde ha cuidado a los mejores ejemplares que han pasado por Santiago del Estero.

Miguel Ángel Luna, reconocido cuidador del H-27 de Abril
En las instalaciones del Hipódromo 27 de Abril, el nombre de Miguel Ángel Luna resuena como el de una figura insustituible. A sus 78 años, este reconocido cuidador de caballos ha consagrado más de cinco décadas a una labor que define no solo su trayectoria profesional, sino también su vida entera. Desde su llegada en 1973, Luna se ha convertido en un pilar del hipódromo, ganándose el respeto y la admiración de quienes transitan por este histórico recinto.
“La clave está en el respeto y la paciencia con cada caballo. Ellos sienten cuando uno los cuida con amor”, afirma Luna, con una humildad que refleja la pasión por su oficio. A lo largo de su carrera, ha tenido el privilegio de atender a los más destacados ejemplares que han competido en Santiago del Estero, demostrando un conocimiento profundo sobre las necesidades físicas y emocionales de estos animales.
Sus compañeros que frecuentan el hipódromo destacan su entrega incondicional. “Don Lunita tiene un don especial con los caballos. Parece que les habla y ellos le responden. Es admirable cómo logra establecer ese vínculo”, comenta un experimentado entrenador local.
A pesar de los cambios que ha vivido el hipódromo a lo largo de los años, «Lunita» se mantiene firme, cuidando cada rincón como si fuese parte de su hogar. “El hipódromo para mí; es mi vida misma. He visto pasar generaciones de caballos y personas, pero mi compromiso con este espacio y con los animales siempre será el mismo”, asegura.
La trayectoria de Miguel Ángel Luna es un ejemplo de vocación y perseverancia. Su legado va más allá del cuidado de los caballos: simboliza la esencia del Hipódromo 27 de Abril, un lugar que palpita con historias de esfuerzo, tradición y triunfo. Así, «Don Lunita» se erige como un custodio del pasado, un trabajador del presente y una inspiración para el futuro.